domingo, 23 de julio de 2017

ANTOLOGADO EN "POETAS PORTEÑOS"

 
Portada de Camilo Mori
 
Ediciones Océano de la Sociedad de Escritores de Valparaíso, publicó en 1968, la Antología de LUIS FUENTEALBA LAGOS titulada "POETAS PORTEÑOS".
 
Entre los 18 poetas incluidos (Ástica, Embri, Fuentealba, Henriquez, Hermosilla, Hurtado, Iglesias, Lazo, Moltedo, Moreno, Parera, Pohl, Robles, Solari, Tejeda y Ugarte) se encuentra el poeta CLAUDIO DEL SOLAR, cuyas páginas reproducimos a continuación.
 









 
 
 

jueves, 20 de julio de 2017

COMENTARIO SOBRE EL CANTO I DE “LA CIUDAD DETENIDA EN EL TIEMPO”


 

Iván T. Contardo

 
No vamos a preguntar cuál es el nombre de la ciudad detenida en el tiempo. Puede ser la penquista natal o aquella donde ha concentrado sus luchas o una aldea alejada de la gran urbe y de cara a ella. Aseguramos que ésta ha sido remecida por movimientos telúricos y sociales, y que sus habitantes son “amigos muertos, ángeles de pasión”. El poeta, ante la necrópolis, se presenta “con un junco amarillo” y entona este primer canto de su elegía, en que lo visual, el silencio, la muerte y el tiempo son sus principales protagonistas. 

Este segmento arranca con la imagen de un abrazo en la fosa mortuoria, donde el hombre de negocios, el abogado, el mendigo y el proletario son de una sola estirpe. Los hombres se hermanan en la muerte.  

La cuarta estrofa es pródiga en colores y elementos visuales. La urgida sangre del hablante, lleva “fibras verdes” y como ya se ha dicho, deposita un “junco amarillo” sobre la tumba. Sus ojos se sorprenden ante una sombra invadida por otras sombras. Tal visión es atrapada por “su córnea habitual de lamento o herida”. La última estrofa descubre “morados... testigos funerarios”. 

En cuanto a lo auditivo, “una voz profundamente confundida” se desplaza en el silencio. El Canto I finaliza “con un pulso de silencio” como el final de un “funesto túnel”. Las guitarras han quedado mudas a tal punto, que han enceguecido; los gritos de la vida han sido invadidos por la muerte. Un fatigado reloj acompaña al poeta.  Apenas sollozan las dalias. Todo es una “tonada de rosa desleída”. 

El tiempo se mece al ritmo de un columpio y se va apagando, como la vida, en un reloj cansado. Los cipreses de la ciudad de los muertos son un dibujo “infinito contra el tiempo”. El poema termina, cual metrónomo, “con un pulso de silencio”. 

La muerte es el motivo fundamental de este Canto I: “amigos muertos”, ceniza que guarda una pura estirpe y que a veces puede ser sabrosa como los chamánicos ajos; cuando se estremece la tierra se descubre “la fosa del llanto”; desfiles de sombras y el tubo lunar que conecta a la vida de ultratumba. Tras los versos podemos escuchar el golpeteo de los poderosos remos del Barquero, que pulsan el largo viaje hacia la otra orilla. Las últimas dos estrofas son una cadena de palabras que remiten a la idea de la muerte: Muñón, araña, desgracia, ciprés, doblado, degollado, dalias, ríos de muerte, hueso, mansión, morados, funerarios, rosa, funesto túnel, silencio. Como el propio Claudio declara, la experiencia que refleja este poema es un “sueño largo en... almohada de piedra”.

 

domingo, 16 de julio de 2017

LA CIUDAD DETENIDA EN EL TIEMPO



"LA CIUDAD DETENIDA EN EL TIEMPO" (Editorial Tegualda, 1946) fue traducida al inglés por Warnen Carrier y publicada en Nueva York por la Editorial New Directions en 1951.

Claudio Solar, el autor de esta elegía*, dedicó la obra a sus progenitores: "Para vosotros, mis queridos padres: Julio y Aurora, que acompañáis las sombras que el día envejece"

La obra de 61 páginas, consta de 10 Cantos.

Leamos el CANTO I:

AMIGOS MUERTOS, ÁNGELES DE PASIÓN
duramente golpeados en vuestras entrañas
alegres:
la ceniza que posee su estirpe pura os guarda!
   Porque cuando la tierra estremeció su vientre,
como mordida por un niño monstruo,
enceguecieron las guitarras
y hubo gritos invadidos;
y el hombre de negocios, el abogado
el mendigo, el hombre proletario,
se dieron un abrazo en la fosa del llanto.

Oh, varilla frutal,
vaso de lluvia, columpios en que el día se mece
entre ajos lúbricos de sabrosa ceniza.
Cómo tiene tu espalda el viento,
qué ala de cariñosa médula te bate,
qué remos poderosos pulsan tu largo viaje.

Desfile de sombras,
pasad!, que os llame por vuestras sienes
atravesadas por un tubo lunar.
Aquí estoy yo solo,
acompañado con un reloj de fatiga
dividido en lamentos.
 
Aquí estoy con mis besos de urgida sangre
con fibras verdes, casi temblando,
con un junco amarillo puesto sobre la muerte.
Pues nada en el silencio
sino una voz profundamente confundida;
nada, sino la sombra
de las sombras invadidas;
pero con ojos sorprendidos
en su córnea habitual de lamento o herida.


Oh, qué muñón de sombra con su araña
de pies y pelos de desgracia:
que ciprés infinito contra el tiempo
doblado, degollado
y cuántas dalias sollozando, apenas,
y cuántos ríos de muerte enamorados.
 
Oh, anillos de hueso estupefacto,
viaje de mansión acrisolada,
morados tus testigos funerarios
y tu tonada de rosa desleída.
Qué sueño largo en tu almohada de piedra,
que profundas raíces en tu lecho,
oh, qué funesto túnel palpándote el corazón
con un pulso de silencio.
 


* Elegía: Composición poética del género lírico en la que se lamenta la muerte de una persona u otra desgracia y que no tiene una forma métrica fija.

HIMNO DEL LICEO Nº2 DE HOMBRES


 
CLAUDIO SOLAR o CLAUDIO DEL SOLAR escribió el Himno del Liceo Nº2 de Hombres, Alfredo Nazar Férez, de Playa-Ancha, Valparaíso, Chile. Es un gran honor contar con un himno escrito por tan insigne escritor, un personaje señero de esta ciudad patrimonial. Su letra dice:
 
 
(Coro)
En el libro del mar infinito
frente al viento henchido de azul
el liceo vibrante es el grito
que recoge tu voz juventud.
 
I
En las justas y torneos
con el aula que es fanal
va creciendo nuestra alma
que es la luz del ideal.
 
II
Son las artes nuestros sueños
la amistad nuestra virtud
el esfuerzo nuestro lema
y optimismo nuestra luz.
 
(Coro)
En el libro del mar infinito
frente al viento henchido de azul
el liceo vibrante es el grito
que recoge tu voz juventud.
 
 
 
 
Chalet Aguayo
local del Liceo Nº2
 
 
 

sábado, 15 de julio de 2017

EVOCACIÓN DE CLAUDIO DEL SOLAR

 
 
 
Claudio Solar es poeta, novelista, crítico literario, periodista, académico universitario. Debo confesar que con Claudio Solar o Del Solar –como se firma ahora- me ha ligado una suerte de amistad que se inició hace algunos –por no decir, unos cuantos-, siendo yo un estudiante de enseñanza media del liceo de Casablanca interesado por la asignatura de Castellano, y especialmente por la literatura. En aquellos años, el profesor Claudio Solar fue a esa ciudad a dictar un curso sobre Oratoria y me correspondió asistir como alumno. Ese fue mi primer encuentro con Claudio de quien tenía referencias como crítico, por cuanto leía sus comentarios en los diarios regionales y también por la edición de un Diccionario de Autores de la Literatura Chilena, que se publicaba en la desaparecida revista “En Viaje”, editada por la Empresa de Ferrocarriles del Estado, y que regularmente se compraba en mi hogar.

            Mis inquietudes literarias me llevaron más adelante a comenzar a enviar a los mismos diarios en que se desempeñaba Claudio como periodista, pequeñas colaboraciones que fueron publicadas en las páginas dedicadas al  lector y en las que, tal vez, estuvo detrás nuestro escritor, por cuanto siempre hubo una palabra de aliento o consejos para la labor literaria en la que me estaba iniciando. Más tarde, entré a estudiar Pedagogía en Castellano en la Sede de Valparaíso de la Universidad de Chile y es allí, en lo que es hoy la Universidad de Playa Ancha, donde he desarrollado mi actividad académica hasta hoy. Después de este preámbulo necesario, quisiera referirme a la personalidad de Claudio Solar en el contexto de la literatura chilena, pues su presencia trasciende lo meramente regional. Como todos sabemos, es poeta, novelista, dramaturgo, crítico y periodista (además, de ser un sobresaliente pintor). Catedrático universitario, nació en Concepción en 1926 y fue director de la Escuela de Periodismo de la Universidad de Chile en Valparaíso. El profesor Hugo Rolando Cortés escribe a propósito de El viaje de la luna pintada (1994), que Solar tiene una imaginación frondosa, eufórica, eutrapélica, personaje de vida múltiple, que luego entra a detallar: “profesor, periodista, cronista de la vida diaria, recitador, charlista, orador de paraninfos, recetario de pasiones inconfesables, astrólogo, vidente, poeta, cuentista, novelador sin abulias adquiridas, en fin, piedra sin reposo, en perpetuo movimiento”. Por su parte,  Luis Fuentealba Lagos en su obra citada, describía al autor como “un hombre de grandes inquietudes espirituales, infatigable trabajador intelectual, despliega una actividad sin reposo. Dicta charlas y conferencias. Escribe en revistas universitarias. Participa en recitales poéticos, en foros acerca de asuntos de inquietante actualidad, donde con brillante estilo, con profundidad y seriedad hace valer sus juicios siempre novedosos e interesantes”. Dentro de sus inquietudes, están también las de orden gremial, por cuanto fue junto a las poetas Sara Vial y Amanda Cevallos, uno de los primeros fundadores de la Sociedad de Escritores de Valparaíso, de la cual fue, además, su primer presidente. Las palabras del poeta Fuentealba Lagos ciertamente que no han perdido validez, pues Claudio Solar sigue siendo el trabajador intelectual incansable tal como lo demuestra su reciente Diccionario Crítico de la Literatura Chilena.  Es Premio Regional de Periodismo “Daniel de la Vega” en 1983 y Premio Regional de Literatura “Joaquín Edwards Bello” en 1984.
 
 
 
            La obra recién citada viene a coronar una fructífera labor literaria de Claudio Solar que iniciara en 1946 con La ciudad detenida en el tiempo, continuando con otros poemarios, obras dramáticas y narrativas, como Los hombres pasan como las nubes, Canción para todos los hombres, El libro de Ximena, Se ha perdido una novia, Los cardenales no mueren jamás, entre otros, que lo han posicionado como un autor imprescindible a la hora de hacer una recensión histórica de la literatura chilena, y especialmente de la escrita en Valparaíso.  En su condición de profesor de literatura chilena, la labor de Claudio Solar como crítico literario en revistas universitarias y en diversos periódicos es también significativa. Su recordada sección en el diario La Estrella de Valparaíso, titulada “El barómetro de libros” -y que yo leía con avidez cada semana, al igual que escuchaba sus comentarios radiados por la emisora Valentín Letelier, con una obertura musical (si mal no recuerdo era parte del allegro de “Las cuatro estaciones” de Vivaldi) que cuando la escucho, me retrotrae en el tiempo-, le permitieron marcar un estilo crítico que hasta el día de hoy evocamos cuando observamos su caricatura con que se identificaba su barómetro de libros, ahora en otra sección de ese mismo diario firmada con un seudónimo astrológico que casi ha velado su nombre propio, y que me he propuesto recuperar a través de estas palabras.
 
            Es mérito de Claudio Solar haber escrito uno de los primeros estudios acerca de la denominada generación del 50, señalando la importancia que revestía en el devenir de la literatura chilena del siglo XX, la presencia de una generación de escritores y escritoras jóvenes que irrumpían en el espectro de la narrativa nacional a principios del siglo pasado para renovar las estructuras, técnicas, motivos y personajes de una novela que hasta ese momento estaba sumida en un nuevo realismo de corte social. El profesor Solar supo valorar, precisamente, los aspectos señalados, insertando la novelística del cincuenta dentro de los parámetros del existencialismo, puesto que afirmaba que los escritores emergentes “reconocieron que su formación estaba contaminada con lo existencial. El objeto de este ensayo es comprobar hasta qué punto esta generación está influida por el existencialismo”. El documentado ensayo se titulaba “El existencialismo en la generación del 50”. En él se refiere después de contextualizar la situación histórica de la narrativa chilena, a algunas de las novelas más significativas de escritores como José Donoso y Coronación, José Miguel Vergara y Daniel y los leones dorados, Enrique Lafourcade y Para subir al cielo e Islas en la ciudad de María Elena Gertner. Otro ensayo interesante de recordar es el que lleva por título “Valparaíso en la literatura”, y su novedoso “Las siete lenguas del vino”; importante trabajo de carácter dialectológico en que recoge los diversos modos con que en el español de Chile se designan distintas situaciones referidas a lo vitivinícola.
 
 
 
 
            Cabe señalar también que en su labor como ensayista destacado, Solar inauguró en el diario La Estrella la publicación por fascículos de temas culturales y de formación educacional para los lectores del vespertino a través de su interesante obra “Los siete países de Chile”. La presentación en fascículo de un recorrido histórico-cultural por el país desde el norte hasta el extremo sur, mediante una documentada y atrayente serie, transformó ese texto en una obra de colección. En las misma perspectiva de los fascículos, Claudio Solar publicó tiempo después un diccionario de voces americanas.
 
            La actividad ensayística de Solar se ha prolongado en el tiempo como lo decíamos más arriba, por cuanto en el año 2001 publicó Historia de la literatura de Valparaíso.  La obra es una muestra significativa de la infatigable actividad intelectual del autor, quien sostiene que “el verdadero patrimonio cultural de una ciudad no son sus edificios ni rincones (...) sino en quienes  la habitaron y le dieron su espíritu, haciéndola valiosa. Es el caso de Valparaíso, su patrimonio cultural son sus escritores y las obras que hicieron en ella y sobre ella”. Se trata de una obra interesante al momento de saber acerca de la ciudad y de sus autores.
 
            Por otra parte, la actividad poético-lírica de Claudio Solar también ha sido sobresaliente. En el libro del poeta Fuentealba Lagos que tenemos a la vista, se incluye  “Balada para la Gran Ciudad”, un poema inédito hasta ese momento que focaliza el referente de la enunciación poética en Valparaíso como locus metafórico de la realidad del hombre contemporáneo. Formalmente, el poema está dividido en once estructuras versales de un desigual número de versos que, a su vez, van tematizando diversos aspectos del modus vivendi de la ciudad en los que habita un hombre acosado por la soledad, el olvido, la incomunicación y la tristeza, pero que también sabe del amor. Valparaíso como topoi recurrente en la lírica y en la narrativa chilena encuentra en los versos de Solar algunos de sus momentos más significativos. Esta obra poética fue publicada más tarde en 1987 por el Correo de la Poesía de Valparaíso.
 
            Como su título lo indica, el autor se apropia de una de las formas más primigenias de la poesía, es decir, del concepto de balada que, retóricamente, nos formaliza la composición poética de corte sentimental que usaron los trovadores medievales unidos a la música instrumental para cantar a sus amadas. En Solar, la balada adopta la estructura de un desplazamiento de un sujeto que es, a la vez, sujeto de la enunciación poética y sujeto paciente del enunciado; sujeto poético que deambula por la ciudad que es calificada como “la gran ciudad”. En otras palabras, la balada es para una ciudad que no es otra que Valparaíso, sustantivo propio que, paradójicamente, no es mencionado en ninguno de los versos, sino sólo entre paréntesis después del título. Sin embargo, la omnipresencia de Valparaíso se hace evidente, o nos es revelado, mediante los diversos procedimientos estilísticos, metafóricos y toponímicos con que el poeta nos descubre la ciudad.
 
            La obra Diccionario Crítico de la Literatura Chilena, en cierto modo, viene a coronar la fructífera obra literaria de Claudio Solar. La escritura de un diccionario no le es ajena a nuestro autor como lo hemos indicado. Los diccionarios son una clase textual bien determinada que tiene sus propios códigos retóricos, que consisten en el ordenamiento comúnmente alfabético de las palabras de un idioma y su correspondiente explicación, o también las palabras de una ciencia, facultad o materia determinada. En cierto modo, la clase textual diccionario vino a responder históricamente a los requerimientos de una concepción de la cultura de carácter ilustrada, al igual que las enciclopedias. El Diccionario Crítico de la Literatura Chilena tiene sus orígenes en el Diccionario de la Literatura Chilena, publicado en 48 fascículos en 1962 por la Revista “En Viaje”, como lo he consignado más arriba. En la posdata con que se abre el texto, su autor se refiere precisamente a la génesis de la obra, señalando que esta “no se concretó en un volumen por lo que el diccionario quedó disperso y olvidado”. Por lo tanto, esta obra puede ser considerada legítimamente como la heredera de aquélla. En el lapso transcurrido, como es obvio, la cantidad de autores y autoras se han incrementado, pero se conserva en sus rasgos principales la impronta que ya tenía la edición en fascículos de los sesenta del siglo pasado, esto es, que en el Diccionario del 2004  se entrega a los lectores una información que comprende tanto los elementales datos biográficos de los autores y autoras, como la relación de las obras y una valoración literaria hecha por la crítica en diarios, revistas y libros.
 
            Al término de la postdata, Claudio se refiere al porqué aparece como autor del libro “Claudio del Solar”. “Por errata de la revista –escribe recordando a “En Viaje”-, firmaron la primera edición como “Del Solar”. Para no desconcertar al paciente lector he terminado adoptando el “Del Solar” como seudónimo”. Por otra parte, en una carta dirigida a mi persona, agrega que “también es, desde hace tiempo, el seudónimo con el que firmo mis cuadros. Un marchante me dijo que, como pintor, este apellido sonaba mejor y ha conocido...” En la carta, el autor me señalaba que “lo he publicado como una especie de necesaria herencia y el agrado de dar a conocer mis impresiones sobre una literatura que, materialmente, pasó por mis manos durante cuarenta años de ejercer la crítica literaria en los diarios”. Efectivamente, dicho y escrito de manera literal, durante cuatro décadas la literatura chilena fue vista, analizada y valorada por la perspectiva crítica de Claudio Solar; todo esto le da, como es de suponer, una especie de agregado a su diccionario, por cuanto muchos de los autores citados los conoció efectivamente y creó lazos de amistad con ellos. En la carta de la cual estoy espigando algunos trozos, me decía refiriéndose a nuestro diccionario que “es más personal que la de ustedes, por lo reducida (sólo un tomo) y porque es un emocionado recuerdo de tantos autores que conocí personalmente y que fueron mis amigos. En varias de las notas no he podido reprimir la observación, “fue amigo mío”, “mi alumno” (evocando a Jorge Teillier) o “mi compadre” (en el caso de Nicomedes Guzmán)”.
 
            Precisamente, lo anterior es un mérito del texto de Claudio, ya que le da la impronta de cercanía al lector, en una forma de confidencia que su autor nos hace. Como dije más arriba, las entradas se han configurado de acuerdo al criterio de la información, la difusión y la valoración crítica de los autores y las autoras que van conformando el corpus total del libro que, temporalmente, va desde Alonso de Ercilla hasta Raúl Zurita; en la obra están no sólo los poetas, dramaturgos y narradores, sino también los críticos literarios y académicos/as de literatura chilena. Es decir, el diccionario en comento no hace distinción entre épocas literarias, sino que hace el catastro general de la escritura chilena en su decurso temporal, codificándola de acuerdo a los parámetros señalados (rasgos biográficos, obras relevantes, juicios críticos). Por otro lado, el Diccionario Crítico se plasma como un metadiscurso que tiene como referente las letras chilenas y cuya finalidad es contribuir al registro de la memoria histórica de los autores/autoras en él consignados. La incorporación al texto de los escritores/as chilenos le da a estos el carácter de estar ingresados a un canon discursivo. En otras palabras, un diccionario es la canonización de quienes aparecen en él; de allí que, normalmente, despierta las sospechas, recelos y envidias de quienes no aparecen o han sido marginados, omitidos sin querer, o ex profeso, por el autor del diccionario, convertido entonces en canonista literario. De esto se desprende, por tanto, que cumplir el ejercicio escritural de armar un diccionario de esta naturaleza es a veces una tarea ingrata e incomprendida, por cuanto nos siempre se entiende que esta clase textual está siempre ante una cuestión irresoluble: el diccionario tiene un límite en cuanto  a su extensión. Sin embargo, en una bondad proverbial, Claudio Solar ha procurado que su registro sea lo más exhaustivo posible, a pesar de que escribe “mi esperanza es que a los muchos autores de las generaciones de 1970 en adelante –no incluidos-, la crítica los tome en cuenta valorizando sus obras y poniendo esos comentarios a nuestro alcance”.
 
 
 
            El diccionario de Claudio Solar, además, cumple con otro de los requerimientos de la clase textual en tanto que la virtud del diccionario, de todo diccionario, es la estar concebido necesariamente como un texto de consulta y difusión para todo lector/a curioso o inquieto por conocer la importancia de los escritores consignados. De tal suerte que, este diccionario, al igual que otros en circulación, recupera la noción iluminista que como formato escritural tiene desde sus orígenes. Esta obra cumple con los objetivos que se propuso su autor y será, sin duda, fuente de consulta necesaria. Estimo, sin embargo, que su mérito mayor está en, a su vez, en otro rescate. El diccionario recupera y complementa lo que había quedado detenido en tiempo, como aquellos trenes que están parados sobre rieles que ya no conducen a ningún lugar. El diccionario de Claudio Solar ahora comienza a transitar (en viaje) nuevamente por los diversos derroteros de la cultura letrada.
 
 
Extracto de "Breve evocación de Cuatro Escritores de Valparaíso", Manuel Peña Muñoz.
 
 

viernes, 14 de julio de 2017

RETRATO DE CARLOS HERMOSILLA

Pintura de Claudio Solar



CARLOS HERMOSILLA ÁLVAREZ (1905-1991) Se le conoció como uno de los más grandes grabadores de Chile y formó nuevos artistas con su tenaz labor, magistral ejemplo y su humano prestigio. Sin embargo su inquietud literaria, ya había nacido en la etapa del Grupo Gong. En 1929 ganó un concurso de poesía cuyo premio era un reloj. "En la ceremonia de entrega, todos quisieron verlo, pasó de mano en mano, hasta desaparecer", recordaba el poeta. Postergó su labor lírica hasta 1964 en que Andrés Sabella le publicó "Tras un sol enarbolado" (Rev. Hacia Nº51). Otras obras: "Junto a cierto anhelo" 1979. "Poemas", España, 1980. "Valparaíso a Sotavento" 1981. "Caminos de andar" 1982. "Fotosonetos" 1983. "Dígame la Voz" 1984. Fue "Ciudadano Ilustre de Valparaíso" en 1986. Tras su primera etapa de poesía romántica, en la segunda adoptó un fuerte tono social.

Luis Fuentealba ("Poetas Porteños", 1968) señala que "la poesía de Hermosilla resume con firmeza y vigor sus experiencias vitales. Es el trasunto de una vida, dramática, en permanente contacto con las gentes de su clase, el pueblo, con toda su clarividencia creadora. Él participa en sus luchas. Su obra es la versión del permanente combate de los hombres honrados por la conquista de una sociedad donde el pueblo tenga derecho a la felicidad, a la libertad y a la cultura". En otros aspectos su poesía es vigorosa y vital:

                    "Declaro que clamo y que proclamo
                    que beso anhelante y que succiono,
                    que muerdo, que bebo y paladeo,
                    que bendigo, que maldigo y que recojo
                    a brazadas el aire, el sol y la salmuera,
                    la mujer, la flor, el vino y las manzanas."

Extractado de "Historia de la Literatura de Valparaíso", Claudio Solar, 2001, Ediciones de la Gran Fraternidad de Escritores y Artistas de Valparaíso.